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Bárcenas ordenó en notaría publicar los papeles si va a la cárcel

Se trata de papeles infinitamente más completos que los publicados hasta la fecha, con cifras aún más escandalosas... Un auténtico botón nuclear contra cualquier tentación de enchironarle
De la miseria a la opulencia

Luis Bárcenas, caso para una tesis: la del chico que llegó al partido con zapatos raídos y acabó controlando el PP a base de suculentos sobres, en A o en B, y con 22 millones. El ex tesorero guarda documentos en una notaría. Saldrán a la luz si entra en prisión

Madrid, 1982. Un chaval apocado, con un traje viejo y los zapatos rotos, llega a la antigua sede de Alianza Popular en la calle Silva. Es su primer día de trabajo como administrativo de partido: un cargo anodino que, sin embargo, él convierte en su catapulta profesional. Año tras año se va haciendo con el control de las finanzas de la formación. Tanto prospera que su mísero calzado juvenil cede el paso a carísimos mocasines. Y encuentra un nuevo uso para las cajas: los empresarios sin escrúpulos utilizan estos recipientes para entregarles sus presuntas mordidas. «Francisco Correa dio más de seis millones a Luis Bárcenas en cajas de zapatos», ha denunciado esta semana José Luis Peñas, el ex concejal del PP en Majadahonda que destapó el caso Gürtel.

Esas cajas de zapatos (y dinero) eran la clave del poder de Bárcenas en Génova. Allí lo apodaban Míster No por su racanería a la hora de autorizar los gastos. Él era quien subía los sueldos, quien ponía secretarias, quien pagaba los taxis... Aunque hoy, caído en desgracia, le han cambiado el mote: se le conoce como Tarzán, el que llegó al partido con un taparrabos... y ha salido forrado.

Parte de su botín —941.000 euros— lo invirtió en un pisazo de 150 m² en la mejor zona de Baqueira. Allí, en la exclusiva estación de esquí leridana, se refugió esta semana. El miércoles se dejó ver en el Hotel Rafael, donde cenó mientras veía el Madrid-Barça. A esas alturas, ya intuía que parte de sus papeles secretos verían la luz al día siguiente. Incluso él, que escaló el Everest en su juventud, sentiría un regusto de vértigo ante el ochomil que tenía por delante.

De nuevo, su herramienta de trabajo eran unas cajas. Pero no las de zapatos llenas de dinero, sino las que contenían los papeles que se había llevado de Génova. Los apuntes publicados hasta ahora detallan, en su letra abigarrada, la presunta contabilidad B del partido durante sus años de gerente. En un apartado constaban las donaciones privadas de empresarios; en otro, los pagos a toda la cúpula del partido... No se libraba ni el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Pero ahí no termina su archivo. Según ha sabido Crónica, a mediados de enero, cuando se filtraron los datos de su cuenta suiza, Bárcenas visitó a su notario de confianza en Madrid. Allí depositó varias cajas repletas de documentos con una instrucción precisa: que se publicaran si él ingresaba en prisión. Se trata de papeles infinitamente más completos que los publicados hasta la fecha, con cifras aún más escandalosas... Un auténtico botón nuclear contra cualquier tentación de enchironarle.

Era la venganza del gran corruptor. Del hombre que hackeó el mayor partido de España. No sólo manejaba la caja, donde se guardan los peores secretos. También llegó a controlar la puerta: tal era su poder que colocó a su cuñado, Antonio de la Fuente, de jefe de seguridad. «Con este caso se podría escribir una tesis doctoral sobre cómo un tesorero se hace con el control de un partido», dice Jorge Verstrynge, secretario general de AP en los inicios de Bárcenas.

Un episodio retrata su insólita capacidad de supervivencia. Ocurrió en 1986, cuando Antonio Hernández Mancha ocupó la presidencia de AP. Una de sus primeras decisiones fue echar a Bárcenas, de cuyos métodos no se fiaba en absoluto. «Incluso se le pagó la indemnización correspondiente», recuerda Arturo García-Tizón, secretario general de la época.

Pero Manuel Fraga regresó a la presidencia en 1989. Y, para sorpresa de los manchistas, recuperó al desahuciado Luis Bárcenas, que se puso a las órdenes del nuevo tesorero, Rosendo Naseiro. Encima, con un rango superior. «Menudo negocio ha hecho este», comentaban, entre el asombro y la congoja, sus enemigos del partido.

No fue su primer ni su último negociete. Hoy acumula un patrimonio inmobiliario de 3,3 millones: la casa de Baqueira, otra en Marbella, más su pisazo en el barrio de Salamanca de Madrid, donde también se le ha visto estos días. Aún más abultada es su célebre cuenta suiza, en la que llegó a acumular 22 millones y que camufló con 14 presuntos testaferros: un ugandés, dos canadienses, cinco bermudeños... Además, las autoridades sospechan que aún oculta gran parte de su fortuna en paraísos fiscales como Bermudas, Panamá o las Islas Vírgenes.

No está mal para el joven Luisito, nacido el 22 de agosto de 1957 en Calañas (Huelva). Su padre, director de una sucursal del Banco Central en Badajoz, autorizaba los créditos a un pujante empresario de la zona, Ángel Sanchís. Y cuando a este le nombraron tesorero de Alianza Popular, le devolvió el favor fichando para el partido a Luis, licenciado en Empresariales por Icade.

Allí, en la universidad, Bárcenas había conocido a Luis Fraga Egusquiaguirre. El sobrino del fundador de AP se convirtió en su compañero de lecturas —Joseph Conrad— y viajes a la montaña. Juntos, abrieron una nueva vía de ascenso al Everest en 1987, aunque a su vuelta muchos dudaron de la veracidad de su hazaña. También han coronado el Monte Olimpo (2.917 metros) y el Elbrus, la cima del Cáucaso (5.642 metros).

En AP, Luis Bárcenas logró algo más que un trabajo. Aquel día que llegó a la sede con los zapatos raídos estaba casado y tenía un hijo. Pero se enamoró perdidamente de una telefonista, Rosario Iglesias Villar, hija de un taxista, con quien se casó y tuvo a su segundo hijo, Guillermo, de 24 años. El divorcio se tramitó desde las propias oficinas de Génova, con la rúbrica de un abogado que hoy forma parte de la dirección del partido.

De inmediato, el joven Bárcenas se encargó de los pagos de las campañas electorales. Era un negocio turbio, lubricado con las donaciones anónimas de empresas y particulares. «Visto lo que ha sucedido en el caso Gürtel, da la impresión de que el sistema ya estaba asimilado y funcionando desde unas décadas antes», sentencia un dirigente histórico de AP. «No es que Bárcenas sea una parte del caso Gürtel: es que Gürtel era parte del caso Bárcenas».

Muchos ven paralelismos entre la trama de Correa y el caso Naseiro, que estalló en 1990, recién llegado José María Aznar a la presidencia del PP. Unas escuchas a un narcotraficante destaparon una trama de financiación ilegal en el partido. Tal fue el escándalo que el eurodiputado Fernando Suárez exigió que se celebrara una Junta Directiva Nacional para depurar responsabilidades.

Nadie le hizo caso. Además, la trama no llegó a juzgarse por un defecto de forma. Sin embargo, se llevó por delante a Naseiro, el tesorero, y a Sanchís, su mentor. El joven Bárcenas, que aparecía tangencialmente en las grabaciones, salió indemne. Una vez más.

No sólo eso: el relevo le benefició. Aznar nombró tesorero al veterano Álvaro Lapuerta, abogado del Estado de rica familia riojana, en la confianza de que un millonario no metería la mano en la caja. Bárcenas supo ganarse el favor de su nuevo jefe, que delegó en él la gestión del partido. «En el día a día, el que llevaba los asuntos del dinero era él», cuenta un ex alto cargo de Génova.

Bárcenas no tardó en aprender los secretos del oficio. Intuyó enseguida que los políticos adoran los focos, pero odian la intendencia. Con él entre bastidores, podían dedicarse a la alta política con la tranquilidad de que las cosas rutinarias —las nóminas, los mítines— estarían resueltas. «Era el fontanero perfecto, que sabía descargar a sus jefes de trabajo para que pudieran lucirse», resume el ex alto cargo.

La política, en realidad, le daba igual. Cuando el PP llegó al poder en 1996, su amigo Francisco Álvarez-Cascos, el vicepresidente primero, le ofreció un alto cargo en La Moncloa. Pero él prefirió quedarse en su modesto despacho del sexto piso de Génova, con sus cuadernos atiborrados de números. Así fue acumulando las cajas de documentos que ahora usa como chantaje.

Ya entonces algunos recelaban de su poder excesivo. Le veían genuflexo ante los jefes y autoritario con los subordinados. Sospechaban de sus trajes impecables, de su pose de dandy, de su cabellera esculpida con gomina... «Es el típico pijo madrileño», decían de él, que fue acumulando enemigos en su ascenso a la cumbre, especialmente cuando se supo que su sueldo, más de 200.000 euros, triplicaba el de un ministro.

- "¡Yo me pago los trajes!".

Pero ni sus rivales más suspicaces se imaginaban el patrimonio que Bárcenas estaba acumulando. Salvo en su vestimenta —«¡Y yo sí que me pago los trajes!», suele decir— nunca fue un hombre de ostentaciones. Si acaso, rechinaban sus viajes por el mundo para practicar sus dos grandes aficiones: el alpinismo y el heliski, que consiste en ascender en helicóptero hacia grandes cimas, para luego esquiar sobre kilómetros de nieve virgen.

Precisamente la montaña ha sido su refugio en los momentos más duros del caso Gürtel. En 2009, cuando estalló el escándalo, escaló el Aneto, el pico más alto de los Pirineos (3.404 metros) y lo bajó con los esquíes que cargaba a sus espaldas. El año pasado, celebró su imputación en la Audiencia Nacional con una expedición de heliski a Armenia junto a su hijo, que presumió de la aventura en Facebook. Y, estos mismos días, se le ha visto esquiar en Baqueira, aparentemente ajeno al lío que han provocado sus papeles.

El origen de este escándalo se sitúa hace dos décadas. A principios de los 90, Bárcenas intimó con Correa con el beneplácito de Cascos, entonces secretario general. Los tres emprendieron el camino hacia el gobierno en perfecta armonía: Cascos pedía, Bárcenas contrataba y Correa ejecutaba. En aquella época, nadie parecía conocer la influencia de las cajas de zapatos en tan fructífera relación.

Pese a sus diferencias, Correa congenió con Bárcenas. El primero era un nuevo rico que presumía de sus contactos y sus posesiones. El segundo, un hombre discreto que prefería la sombra. Pero ambos compartían su gusto por los restaurantes selectos, las vacaciones de postín y, sobre todo, los negocios rápidos y lucrativos.

En 2004, la llegada de Rajoy al poder rompió el esquema. Al gallego le susurraron al oído cosas feas sobre sus fontaneros. Sin embargo, en plena guerra interna, no se vio con fuerzas de echarlos. «Es que es un lío, oye», dijo Rajoy, que se conformó con prescindir de los servicios de Correa, que ya estaba medio peleado con el gerente.

Poco a poco, el eterno superviviente logró ganarse la confianza de su nuevo jefe. En 2008, tras el cruento congreso de Valencia, Rajoy diseñó una ejecutiva a su medida. Y, tras jubilar a Lapuerta, entregó el cargo al eterno Bárcenas. Veintiséis años después, el anodino administrativo había culminado su ascenso a la cúspide de Génova. «Tras el presidente y el secretario general, el tesorero es la tercera persona más poderosa del PP», asegura un ex alto cargo popular.

El gozo apenas le duró un año. A comienzos de 2009, el caso Gürtel estalló con la detención de Francisco Correa. Y se filtraron unas conversaciones con José Luis Peñas, el de las cajas de zapatos, que lo registró todo con una grabadora escondida en el bolsillo de la chaqueta. «Yo a Bárcenas le he llevado, yo he hecho con él un día... Vamos a sumar, 1.000 millones de pesetas. Yo, Paco Correa, le he llevado a Génova y a su casa», se pavoneó el cabecilla de la Gürtel en diciembre de 2007.

La contabilidad B de Correa parece confirmar estas sospechas. En ellas, figuran varias anotaciones de pagos de dinero a «L.B.», «L. Barc» y a «Luis, El Cabrón». En total, la investigación le acusó de cobrar 1.353.000 euros de la trama corrupta a cambio de contratos. Luego sería imputado por fraude fiscal, cohecho y blanqueo de capitales.

De pronto, Bárcenas tuvo que abandonar su plácida penumbra. Las cámaras le aguardaban a la puerta de casa. El atlético tesorero, que pulía sus músculos en un pijísimo gimnasio de la calle Serrano, no se cansó de proclamar su inocencia. Aun así, el estrés le hizo perder 17 kilos.

El partido se dividió. Sus amigos, capitaneados por Javier Arenas, lo defendieron. Otros, como María Dolores de Cospedal, exigían su decapitación. Y Rajoy, en modo gallego, le permitió una dimisión por fascículos, como si fuera una novela de suspense. El 28 de julio de 2009, renunció «temporalmente» a su cargo de tesorero; el 8 de abril de 2010, abandonó el partido; y el 19 de abril de ese año, dejó la política «para siempre».

Así, Bárcenas abandonó su despacho. A ese habitáculo, en un corner de la sexta planta, acudía supuestamente la cúpula del PP para cobrar sus sobres tras las reuniones de maitines. Eso sí, para no desairar del todo a su ex tesorero, el partido le cedió un cuarto en otra planta, la sala Andalucía, para que conservara sus papeles. La peligrosa huella de sus tres décadas de trabajo en el PP.

Eso sí, Bárcenas se llevó los documentos más sensibles. Así creció la sospecha de que poseía nueve cajas con información explosiva. Se habló de que las haría públicas si el PP no intercedía en su favor ante la Justicia. Pero Rajoy ni pestañeó cuando le preguntaron por el presunto chantaje: «No me consta».

El 1 de septiembre de 2011, Bárcenas recibió una noticia positiva: el juez archivó el caso por falta de pruebas. Pero, en marzo de 2012, la Audiencia Nacional decidió reabrirlo. Sin mucha esperanza, el juez Pablo Ruz había mandado a Suiza una petición de los datos bancarios del ex tesorero. Creía que, como mucho, le enviarían una pequeña confirmación, unas pocas páginas e incluso la negativa por falta de datos precisos. Pero la respuesta le sorprendió: 6.000 folios. Un informe más que completo: único.

El Gobierno sospecha que es la represalia suiza por su negativa a extraditar a Herve Falciani, el ex empleado del HSBC que robó 130.000 ficheros de clientes. De ellos, 3.000 pertenecen a españoles con cuentas en la banca privada. Entre ellos, al parecer, estaría el propio ex tesorero. Mientras, Pablo Ruz ya ha solicitado al menos 30 requerimientos adicionales a Suiza.

Gracias al informe helvético, cuya publicación provocó la visita de Bárcenas al notario, conocemos todos los detalles de sus cuentas suizas. Por ejemplo, que utilizó el mismo especialista en blanqueo de dinero que Gao Ping, el líder de la trama china desarticulada en la operación Emperador. O que, en cuanto estalló el caso Gürtel, vació su cuenta con ayuda de Ángel Sanchís, su mentor, el ex tesorero que le colocó en AP. Treinta años después, el círculo se cerraba...

Pero quedaba la pieza más sustanciosa del escándalo. Dos días después, el 18 de enero, EL MUNDO reveló a cinco columnas que Bárcenas pagó durante años sobresueldos en negro a parte de la cúpula del PP. La polémica se disparó aún más este jueves, con la publicación de los presuntos papeles de Bárcenas, desmentidos tanto por el PP como por el propio ex tesorero.

Nadie sabe dónde llegará el escándalo. Algunos incluso citan Tangentópolis, la trama italiana que, hace 20 años, derribó el sistema político que llevaba medio siglo en el poder. ¿Ocurrirá algo parecido en España?

Quizá la respuesta esté en esas cajas que se custodian en una notaría. A Bárcenas, el partido se lo dio todo: un trabajo, una reputación, incluso una familia y muchas cajas de zapatos. Ahora, parece dispuesto a torpedearlo para salvarse. Es la venganza del gran corruptor.

- Los trajes de Rajoy.

En los papeles secretos de Bárcenas, Mariano Rajoy aparece citado en varios pagos —supuestamente— para costear su indumentaria; en total 20.787 euros. Se abonaron en diferentes fechas y conceptos. Diciembre de 2006, 9.100E, para «trajes Mariano»; abril de 2008, 11.020E más («trajes M.R.»); otros 667E para «corbatas presidente». José Tomás García, sastre de Camps, conversa con Crónica tras un largo silencio. «Estuve a punto de hacerle un traje a Rajoy pero Ana Botella le convenció de que acudiera al sastre de su marido…». Se ratifica en la declaración que hizo a este suplemento cuando Camps dimitió; un testimonio que nunca fue desmentido. Cuatro compañeros de oficio nos aseguran que quien confeccionaba los trajes de Aznar en las fechas que coinciden con los supuestos pagos de Bárcenas con dinero B, era Rafael y Salvador Sastrería, cuya sede estaba en plena Milla de Oro madrileña. Eran ex empleados de la no menos prestigiosa Yusty. Retirados hace años, ya han cerrado. Como Rajoy no es caprichoso y sus trajes no son especialmente elaborados, «más bien anodinos» (expertos dixit), con las cifras que se mencionan en los libros no habría podido comprar más de 10 trajes. Las tarifas por sus atuendos eran de, como mínimo y con descuento, 2.000E. Desde prensa de La Moncloa señalan que no aclaran ninguna información así porque pertenece al ámbito privado del presidente. Otro que llevaba ropa a medida, a quien Rajoy defendió («no es un corrupto y no liquidaré su carrera por no pagar 3 trajes») es Francisco Camps, cliente de José Tomás, quien vive su retiro luchando por quedar libre de todo cargo. Difícil. Esta semana, el juez Ruz insinúa una posible imputación por el caso Nóos. La otra amenaza le viene por adjudicaciones de Fitur. Reconvertido en profesor, ha terminado hace semanas sus clases en la Universidad Católica de Valencia. Fuentes del PP señalan que presiona para «irse a Europa». Cobra 57.586E por ocupar el asiento 43 del Consejo Jurídico Consultivo de la Comunidad Valenciana. Y, a pesar de todo, conserva el trato de «molt honorable».

- Los nombres de Bárcenas.

Quienes supuestamente recibieron dinero de la «Caja B» de Bárcenas son: Mariano Rajoy, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja, Francisco Álvarez-Cascos, Javier Arenas, Ángel Acebes, María Dolores de Cospedal, Rosendo Naseiro (ex tesorero PP), Ana Palacio, Pilar del Castillo, Federico Trillo, Pedro Arriola, la organización ¡Basta Ya!, Pio García Escudero… Supuestamente hicieron aportaciones: Luis del Rivero (ex presidente Sacyr), Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL), José Luis Sánchez, Pablo Crespo (caso Gürtel), Alfonso García Pozuelo (Constructora Hispánica, Gürtel), Antonio Pinal (presidente de Bruesa), Luis Gálvez (Ploder), Romero Polo (grupo Romero Polo), Antonio Vilella (Rubau), José Mayor (hermano de Jaime Mayor Oreja y presidente de FCC Construcciones), Mercadona... Todos los citados, excepto García Escudero y ¡Basta Ya!, niegan tajantemente haber recibido o entregado dinero.

G. Suárez, J.C. Villacañas (El Mundo)